miércoles, 24 de agosto de 2011

Cuento - Imaginación, para ser un muerto


09/01/07
En Tafí del Valle.

En un césped reluciente me encontraba yo. Jugaba con su rocío toda la mañana hasta que poco a poco se iba yendo. Todo era paz y tranquilidad, mi vida seguía estable como hacia 15 años. Con cientos de libros a mí alrededor yo podía estar días y días sin comer, porque yo vivía lo que aventuraban en las cientas de historias y comía también lo que comían en ellas.
Pero un día al finalizar un libro, bajo una noche estrellada y con la luz de una lámpara, descubrí que las historias no habían saciado mis verdaderas necesidades. Fue entonces que sentí en verdad el hambre y la sed, y la inmensa necesidad de dormir me dolieron tanto que me sentí mal y triste, porque descubrí que lo que me hacía feliz imaginar, cuando entraba en la realidad me dañaba inmensamente.
No sabía que hacer ni para donde correr, porque las cosas eran distintas a como las recordaba y otras no las recordaba o ya no existían.
En el instante en que comenzaba a temer mi muerte fue que apareció ese príncipe que estaba EN TODOS LOS CUENTOS QUE HABÍA LEIDO. Me levanto en sus brazos, y con sus ojos de miel sació mi hambre y con su boca de manantial calmo mi eterna sed. Con sus brazos me dio el descanso más placentero que hubiera podido conseguir.
Así morí y le agradecí a ese príncipe por ayudarme a no sufrir.

Por: Lara Salguero

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